En Panamá, las letras “ Trump “ fueron removidas del edificio más alto del país. En Brasil, in plan para abrir el Hotel Trump Rio dio lugar a una investigación criminal. Mientras, en México, el proyectado Trump Ocean Resort ni siquiera llegó a construirse.
Del norte al sur de América Latina, diferentes negocios que nvolucraron a la compañía del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se han visto salpicados por disputas y polémicas en los últimos años.
Algunos de estos problemas datan de antes de la incursion de Trump en política y parecen deberse más a cuestiones comerciales o de gerencia que a sus posturas en temas como la inmigración o el muro que quiere en la frontera con México.
Pero las controversias de la Organización en la región continúan hasta ahora, como muestra el enfrentamiento por el control del Trump Hotel Panamá.
Esto plantea una situación atípica para América Latina y, según expertos, pone bajo cuestión la estrategia que el actual presidente de Estados Unidos siguió para desarrollar su compañía familiar en otros países.
“No creo que sea un problema latinoamericano; es un problema de Trump”, señala Jan deRoos, profesor de bienes raíces y finanzas hoteleras en la Universidad Cornell de Estados Unidos.
“La forma en que hace negocios está causando problemas con el tiempo”, agrega DeRoos.
Al asumir la presidencia de EE.UU., Trump delegó el manejo de la organización familiar a sus hijos mayores y otros ejecutivos, aunque aun es propietario mediante un fideicomiso.
También prometió que, mientras sea presidente, la organización se abstendría de realizer nuevos negocio, para evitar
potenciales conflictos de interés.
La de Panamá es la única empresa hotelera de Trump en América Latina y la lucha por su control se volvió el ejemplo más reciente y visible de las dificultades que su compañía ha tenido.
El enfrentamiento es con el empresario Orestes Fintiklis quien, tras adquirir la mayoría de las acciones del hotel, buscó sacar a la compañía Trump de la gerencia del edificio.
Fintiklis, de origen chipriota, llegó al inmueble con la orden de una corte para permitir el cambio de administración, tras lo cual un operario removió con un martillo y una palanca las cinco letras del nombre Trump.
Funcionarios de la propiedad de 284 metros de altura anunciaron que cambiarían su nombre a “Bahía Grand Panamá”.
Pero la Organización Trump negó en un comunicado que haya perdido la disputa por el hotel con la orden de la corte panameña, que a su entender solo autoriza la designación de un administrador temporal mientras se resuelve el litigio.
“Trump Hotels tiene confianza en que no solo prevalecerá, sino que recuperará todos sus daños, costos y honorarios de abogados”, indicó el comunicado.
Abogados de la empresa anunciaron luego que iniciarían acciones legales para restablecer el nombre “Trump” en el hotel.
Ambas partes han dicho que esta es una disputa meramente comercial. Pero algunos creen que la imagen de la Organización Trump -que recientemente acordó borrar su nombre de otros inmuebles en Nueva York y Toronto- puede estar pagando el precio de tantas polémicas causadas por Trump.
“Si le fuera bien, a la organización le irá bien; si sigue siendo controvertido, la organización seguirá siendo golpeada”,
dice Joel Feigenheimer, de la escuela de hostelería y turismo de la Universidad Internacional de Florida.
Como dueño de un emporio, Trump tiene un largo historial de disputas y reclamos de clientes inconformes que está lejos de limitarse a América Latina: de hecho, comienza por su propio país y alcanza otras regiones.
En México, por ejemplo, vendió la licencia para el uso de su nombre y la empresa constructora Irongate Wilshire
debía encargarse de desarrollar el Trump Ocean Resort en Baja California en 2006.
Sin embargo, la compañía anunció a comienzos de 2009 que el proyecto se detendría debido a la crisis financiera.
Los que ya habían invertido en unidades del Proyecto creyendo que sería realizado por la empresa Trump resentaron
demandas por fraude y recibieron compensaciones millonarias en acuerdos separados con los constructores y los Trump.
En Brasil, la Organización Trump se apartó de un acuerdo para administrar y usar su nombre en un hotel en Río de Janeiro después que se supiera en 2016 que el negocio era objeto de una investigación criminal por presunta corrupción.
La firma indicó entonces que abandonaba debido a atrasos y diferencias con quienes desarrollaban el emprendimiento, que llegó a inaugurarse parcialmente para las Olimpiadas de Río.
“Digamos que (Trump) o la compañía no hacen su debida diligencia sobre los antecedents de sus inversionistas tan
bien como deberían. Es lo más amable que puedo decir”, señala DeRoos