Serena Williams: grandeza o nada
Serena Williams: grandeza o nada Tras más de un año sin jugar por su maternidad, la estadounidense vuelve con el objetivo de ganar dos
Grand Slams para superar los 24 de Court: “No estoy donde quiero estar, pero acabaré consiguiéndolo”
Grand Slams para superar los 24 de Court: “No estoy donde quiero estar, pero acabaré consiguiéndolo”
Serena Williams es una figura que invita a pensar siempre desde el exceso. Con ella, considerada una de las mejores deportistas de la historia, el término medio o el defecto no existen. Manda la desproporción. Por eso, su regreso se contempla como un grandioso ejercicio de superación, solo apto para sus más fieles devotos.
Ha sido madre a los 36 años, no jugaba desde hacía más de 400 días y en la recta final de su lustrosa carrera parte prácticamente de cero, pero porque ella así lo ha decidido.
Sin embargo, Serena no ha dicho su última palabra. En su retorno contempla un único camino, el de la victoria, y en su mente se ha alojado una obsesión: el 25, la cifra a la que aspira para convertirse definitivamente en la tenista más
laureada de todos los tiempos, por delante de la australiana Margaret Court.
“Hay algo realmente atractivo en la idea de mudarme a San Francisco y simplemente ser una madre, pero no todavía: quiero más Grand Slams”, reconocía a la revista Vogue no hace mucho, antes de que volviera a pisar oficialmente una pista tras el paréntesis que abrió el 28 de enero de 2017, cuando conquistó el Open de Australia estando embarazada
de casi dos meses. “No estoy donde quiero estar, lógicamente, pero estoy llegando. No voy a llegar hoy, ni mañana ni la próxima semana, pero terminaré haciéndolo. Estoy segura de ello”, advertía antes de reaparecer sobre el cemento de Indian Wells.
En el torneo californiano su recorrido ha sido corto. Cedió en la tercera ronda, contra su hermana Venus (6-3 y 6-4, en 1h 30m), pero tanto en este duelo como en los dos previos se advirtió el apetito de la campeona. Serena aún no es Serena y las interrogaciones sobre si lo volverá a ser, desde luego, están ahí, pero la advertencia es directa y el objetivo muy claro: ser la mejor. Grandeza o grandeza. “Sentía que mi carrera no había terminado, así que en ningún momento me planteé no volver a competir”, expone; “la maternidad ha cambiado mi vida, pero eso no significa que el tenis haya pasado”.
Serena se enfrenta al más difícil todavía, al volver y triunfar, cuando perfectamente podría estar saciada. Sin embargo, la tentación de tener tan cerca el récord de la histórica Court (24) le ha convencido de reemprender la gesta. Previamente, otras jugadoras abrieron camino: la propia Court, Evonne Goolagong o Kim Klijsters regresaron triunfalmente después de ser madres, pero lo hicieron con seis, ocho y 12 años menos respectivamente.
El reto de Serena es muy superior. “Este es, sin duda, su mayor desafío”, afirmaba recientemente su preparador, el francés Patrick Mouratoglou, en una entrevista concedida al canal Eurosport. “Ella quiere ganar más Grand Slams. Sabe que volver a la élite puede llevarle algo de tiempo, pero sus expectativas son tan altas como siempre y este año quedan todavía tres grandes en juego. Probablemente volvamos a ver a la mejor Serena en Roland Garros”, vaticinó el técnico.
Se aferra este a la mente granítica de Serena, a la capacidad para sobreponerse de la chica que escapó del ghetto para
convertirse en un icono mundial, a ese espíritu irreductible de la tenista. Al hecho, por ejemplo, de que en 2012 regresase después de sufrir una embolia pulmonar y se instalase durante tres años y medio en lo más alto, encadenando desde entonces 10 grandes títulos. Todo eso sustenta a Williams, pero el escenario no es nada sencillo. Además de quitarse el óxido, la estadounidense –la única mujer en el top-100 de Forbes, puesto 51– tendrá que lidiar con una remesa de jóvenes que antes de la pausa ya la apretaban y ahora le entorpecerán más el paso.
En el intervalo, el circuito femenino se ha transformado en un espacio absolutamente voluble, de alternancia continua –el año pasado hubo cinco números uno distintas y siete cambios en la cúspide– y sin una dominadora de su perfil. Desde su parón, cuatro jugadoras se han repartido la tarta del Grand Slam: Jelena Ostapenko alzó Roland Garros, Garbiñe Muguruza, Wimbledon; Sloane Stephens, el US Open; y Caroline Wozniacki, el Open de
Australia.
“Siempre supe que no se iba a rendir”, expresa Venus, de 37 años. “Va a volver a su mejor nivel muy rápido, y a ganar
torneos más pronto que tarde… Esa es la sensación que tengo después de jugar contra ella y creo que es lo que todos han podido ver”, agregó la veterana. “No tengo absolutamente nada que perder. Pase lo que pase soy muy consciente de lo que fuerte que he sido en la vida. Mi margen de crecimiento es increíble y no quiero mirar hacia atrás, solo hacia adelante”, asegura Serena, hoy día sin ranking.
Teóricamente iba a regresar en enero, en Melbourne, pero entonces no se vio a punto. Disputó una exhibición previa en Abu Dhabi y concluyó que su nivel no era suficiente, de modo que fue engrasándose y dio el primer paso en el dobles de la Fed Cup, junto a su hermana. Y se puso a prueba en Indian Wells, donde pese a caer temprano ha logrado dos victorias y ha dejado el poso de que la verdadera Serena está en camino. Su hoja de ruta marca paradas en Miami, Madrid, Roma, Roland Garros, Wimbledon, Cincinnati o Montreal, el US Open y las WTA Finals, esta última en el caso de lograr un billete. Lo hará paso a paso, pero siempre a lo grande, con el número 25 entre ceja y ceja. “Sé que pronto alcanzaré a mi nivel», avisa Serena.
Ha sido madre a los 36 años, no jugaba desde hacía más de 400 días y en la recta final de su lustrosa carrera parte prácticamente de cero, pero porque ella así lo ha decidido.
Sin embargo, Serena no ha dicho su última palabra. En su retorno contempla un único camino, el de la victoria, y en su mente se ha alojado una obsesión: el 25, la cifra a la que aspira para convertirse definitivamente en la tenista más
laureada de todos los tiempos, por delante de la australiana Margaret Court.
“Hay algo realmente atractivo en la idea de mudarme a San Francisco y simplemente ser una madre, pero no todavía: quiero más Grand Slams”, reconocía a la revista Vogue no hace mucho, antes de que volviera a pisar oficialmente una pista tras el paréntesis que abrió el 28 de enero de 2017, cuando conquistó el Open de Australia estando embarazada
de casi dos meses. “No estoy donde quiero estar, lógicamente, pero estoy llegando. No voy a llegar hoy, ni mañana ni la próxima semana, pero terminaré haciéndolo. Estoy segura de ello”, advertía antes de reaparecer sobre el cemento de Indian Wells.
En el torneo californiano su recorrido ha sido corto. Cedió en la tercera ronda, contra su hermana Venus (6-3 y 6-4, en 1h 30m), pero tanto en este duelo como en los dos previos se advirtió el apetito de la campeona. Serena aún no es Serena y las interrogaciones sobre si lo volverá a ser, desde luego, están ahí, pero la advertencia es directa y el objetivo muy claro: ser la mejor. Grandeza o grandeza. “Sentía que mi carrera no había terminado, así que en ningún momento me planteé no volver a competir”, expone; “la maternidad ha cambiado mi vida, pero eso no significa que el tenis haya pasado”.
Serena se enfrenta al más difícil todavía, al volver y triunfar, cuando perfectamente podría estar saciada. Sin embargo, la tentación de tener tan cerca el récord de la histórica Court (24) le ha convencido de reemprender la gesta. Previamente, otras jugadoras abrieron camino: la propia Court, Evonne Goolagong o Kim Klijsters regresaron triunfalmente después de ser madres, pero lo hicieron con seis, ocho y 12 años menos respectivamente.
El reto de Serena es muy superior. “Este es, sin duda, su mayor desafío”, afirmaba recientemente su preparador, el francés Patrick Mouratoglou, en una entrevista concedida al canal Eurosport. “Ella quiere ganar más Grand Slams. Sabe que volver a la élite puede llevarle algo de tiempo, pero sus expectativas son tan altas como siempre y este año quedan todavía tres grandes en juego. Probablemente volvamos a ver a la mejor Serena en Roland Garros”, vaticinó el técnico.
Se aferra este a la mente granítica de Serena, a la capacidad para sobreponerse de la chica que escapó del ghetto para
convertirse en un icono mundial, a ese espíritu irreductible de la tenista. Al hecho, por ejemplo, de que en 2012 regresase después de sufrir una embolia pulmonar y se instalase durante tres años y medio en lo más alto, encadenando desde entonces 10 grandes títulos. Todo eso sustenta a Williams, pero el escenario no es nada sencillo. Además de quitarse el óxido, la estadounidense –la única mujer en el top-100 de Forbes, puesto 51– tendrá que lidiar con una remesa de jóvenes que antes de la pausa ya la apretaban y ahora le entorpecerán más el paso.
En el intervalo, el circuito femenino se ha transformado en un espacio absolutamente voluble, de alternancia continua –el año pasado hubo cinco números uno distintas y siete cambios en la cúspide– y sin una dominadora de su perfil. Desde su parón, cuatro jugadoras se han repartido la tarta del Grand Slam: Jelena Ostapenko alzó Roland Garros, Garbiñe Muguruza, Wimbledon; Sloane Stephens, el US Open; y Caroline Wozniacki, el Open de
Australia.
“Siempre supe que no se iba a rendir”, expresa Venus, de 37 años. “Va a volver a su mejor nivel muy rápido, y a ganar
torneos más pronto que tarde… Esa es la sensación que tengo después de jugar contra ella y creo que es lo que todos han podido ver”, agregó la veterana. “No tengo absolutamente nada que perder. Pase lo que pase soy muy consciente de lo que fuerte que he sido en la vida. Mi margen de crecimiento es increíble y no quiero mirar hacia atrás, solo hacia adelante”, asegura Serena, hoy día sin ranking.
Teóricamente iba a regresar en enero, en Melbourne, pero entonces no se vio a punto. Disputó una exhibición previa en Abu Dhabi y concluyó que su nivel no era suficiente, de modo que fue engrasándose y dio el primer paso en el dobles de la Fed Cup, junto a su hermana. Y se puso a prueba en Indian Wells, donde pese a caer temprano ha logrado dos victorias y ha dejado el poso de que la verdadera Serena está en camino. Su hoja de ruta marca paradas en Miami, Madrid, Roma, Roland Garros, Wimbledon, Cincinnati o Montreal, el US Open y las WTA Finals, esta última en el caso de lograr un billete. Lo hará paso a paso, pero siempre a lo grande, con el número 25 entre ceja y ceja. “Sé que pronto alcanzaré a mi nivel», avisa Serena.
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